¿De quién es la culpa?
Crecí
viendo cine, teatro y televisión. Vi “Rambo I, II, III y IV”; y no salgo a
la calle a matar gente con metralletas, cinturones de balas ni pañoletas rojas
en la cabeza. Vi “Depredador I y II”, y no creo en alienígenas musculosos con
dreadlocks. Vi “El Padrino I, II y III”; y no formo parte de ninguna mafia,
pero sí creo en la familia. Vi “Pesadilla en la calle ELM I, II y III”;
y no creo en monstruos con manicure metálica y suéter hippie de los 60’s, que
te asesinan en sueños. Vi la saga completa de Star Wars, incluyendo su
más reciente entrega, y no salgo a la calle con un bombillo tubular fluorescente,
fingiendo que es una espada láser. He visto casi todas las películas de James
Bond y leído los libros de Ian Flemming, y sigo pensando que es imposible
que un agente de campo haga todo lo que James Bond hace, y no se despeine. Vi Batman
y Súperman,
y no uso los interiores por fuera ni un cinturón con portacosméticos. Vi Scarface
y Carlito’s
Way, y no me creo dueño de Miami o el Bronx, respectivamente. Vi El
Resplandor, y no soy esquizofrénico ni atravieso puertas con mi cabeza.
Vi el Ciudadano Kane, y no soy ningún magnate, de hecho, disto mucho
de serlo. Vi Pelotón, y no me dan ganas de matar vietnamitas cada vez que
voy a un restaurant, por cierto, el Bun
Bo Hue (sopa de fideos), mata cualquier resaca. Vi El Color Púrpura, y no
soy un racista resentido ni tengo sirvientes. Vi Robocop, y no salgo a la
calle disfrazado con una armadura medieval versión 2.0
Crecí
oyendo Rock, y no formo parte de ninguna secta satánica. Crecí oyendo Reggae
y no soy rastafari. Crecí oyendo Ópera, y no uso leotardos, no soy
panzón ni me castraron. Crecí oyendo Salsa y no soy malandro ni voy a
lanzarme por un balcón. Podría seguir días enteros describiendo todo lo que he
visto en Cine, Radio y Televisión, que ha sido contenido violento, y que no
afectó en modo negativo mi desarrollo y crecimiento. En cambio prefiero decir
qué sí aprendí.
Del
Cine y la Televisión aprendí sobre el bien y el mal. Que el villano siempre
pierde y la justicia tarda, pero llega. Aprendí que nadie escapa del “Largo
Brazo de La Ley”. Que hay redención para el que se arrepiente de verdad. Que la
lucha entre el bien y el mal ha existido desde siempre, porque es inherente a nuestra
condición humana, pero que depende de nosotros inclinarnos o no hacia el “lado
oscuro de la fuerza”, usando lo único que Dios nos dio al nacer, libre albedrío.
Que hay sentimientos tan sublimes, como el sacrificio de un amor en Casablanca;
o tan poderosos como el efecto de cambio en la muerte de Haley Joel Osment en Cadena
de Favores. Que no importa si una mujer es millonaria e inalcanzable y
un hombre humilde y pobre, si hay amor de verdad; siempre habrá Un lugar
llamado Nothing Hill para materializarlo. Que no importa cuánta
soberbia albergue un corazón, o cuán injusto creamos que es nuestro destino,
siempre habrá redención para el que tiene FE, si no me creen, pregúntenle al
teniente Dan Taylor en Forrest Gump. Aprendí que no hay
segregación racial, religiosa o de género, que esté por encima de nuestra
condición de seres humanos, así estemos muriendo de VIH en Philadelphia. Aprendí que
no nos define el “qué tenemos”, sino el “quiénes somos” y, que el amor y la
constancia son el camino, siempre y cuando andemos En Búsqueda de la Felicidad.
Aprendí que nuestro paso por esta vida es tan efímero, que deberíamos dejar
huellas positivas en al menos Siete Almas.
Así
como en los primeros ejemplos, podría pasar días describiendo todo lo que he aprendido
de la Televisión, y que sí afectó de modo positivo mi crecimiento y desarrollo.
Pero ¿por qué pasó eso? ¿Porque no fui a la escuela y en cambio pasé todo el
día pegado a la TV o en una sala de Cine? No. Es porque tuve una buena
educación en casa y una familia que me enseñó a discernir entre el bien y el
mal. Una familia que me enseño valores y principios, que me enseñó a respetar
la vida ajena y a todo el prójimo. ¿La Televisión? Sí, siempre ha estado allí y
seguirá estando, pero no fue ella quien me crió, fueron mis padres.
Quizás
se preguntarán, ¿a qué viene esta disertación y reflexión sobre lo aprendido o
no en el cine y la televisión? Estoy abismado y atónito con la desalmada ola de
violencia que sigue golpeando a diario poblaciones enteras. Así que quise
escoger ejemplos que son del mundo entero, para explicar mi punto de vista. La violencia
campante que azota nuestra sociedad, no es culpa del cine, no es culpa de la
televisión, la radio o el teatro; es falta de educación en casa y falta de
políticas de educación, que le corresponden al estado. Es falta de humanidad y
respeto. Falta de fe y religión. Falta de los valores más básicos que nos rigen
como sociedad. Falta de gobernabilidad en países alcahuetas y permisivos donde
reina una decadente universidad del mal, que gradúa miles de delincuentes y
asesinos cada año y en sus salones, se enseña el odio, el resentimiento, la
discriminación, el racismo, el sectarismo, el antisemitismo, la homofobia, la
intolerancia, la envidia, el rencor y la persecución, todas éstas, en clases
prácticas, ninguna teórica. Así que no, no puedo mantenerme incólume ante tanta
tragedia y mortandad. Es necesario hacer algo, es necesario volver al origen de
nuestra sociedad y reencontrarnos con nuestro verdadero y original gentilicio,
que no es otro que el de HUMANIDAD. No pertenecemos a países, pertenecemos a la
raza humana y cuando lo entendamos así, el cambio estará por venir.
Daniel González.
Ccs, 23 de agosto de
2016.
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