“La Clínica, o Crónica de un funeral anunciado

Llevo un sixpack y sigo muriéndome del aburrimiento. Veo el reloj, suspiro, me activo y decido sacudirme la pereza. Tomo el móvil y comienzo a marcar mientras camino inquieto por la sala. Voy a llamar a Julio, ese nunca me falla.

¡Julio, mi hermanazo! ¿Cómo que quién? Yo, Raúl. Raúl de la universidad. Sí, estudiamos la misma carrera, misma sección y me siento dos puestos detrás de ti. Sí, ese Raúl, pero ya se me curó el mal aliento… Fui al médico. En fin. ¡Es viernes, papá! ¡Día triple F! ¡Fucking Friki Friday! ¿Pendiente de qué? ¿Unas birras pre despacho? ¿Unas lobas? ¿Unos culos…? ¿Aló? ¿Julio? ¡Aló! Seguro se quedó sin pila. (Llamo de nuevo) ¡Julio, mi parce, mi compadre, my wing man! ¿Cómo que quién? ¡Si acabo de llamarte! Ra-úl. (Caigo en cuenta) Ah, es que no tenías mi número grabado. ¿Cómo que “ahora sí vas a guardarlo” para no atenderme cuando te llame? Pero Jul… ¡Julio! ¿Julio, estás allí? ¿Me colgó?

No, no creo que me haya colgado. Seguro se quedó sin batería o sin señal. Sí, porque yo soy tan pajúo, que me invento cualquier excusa, por más rebuscada que sea, para no aceptar que me sacaron el culo en mis narices, que no quieren hablar conmigo, verme, ni saber de mi prostituta existencia. Entonces me convierto en el propio stalker, uno de esos güevones que manda un “Hola” un viernes por la noche, haciéndome el loco a ver si me responden. Pero eso sí, lo mando por PIN, Whatsapp, SMS, Facebook, Instagram, Twitter, Tinder, Line y señales de humo, por si acaso. ¡Coño, alguna de esas me tienen que responder! Y de paso, le hago seguimiento, porque todas tienen confirmación de recibido y lectura; para que me dé en la madre cuando vea que leen mi “hola”, y me ignoran. Y como si todo eso no fuese suficiente, me miento a mí mismo:

“Mí mismo, seguro Julio iba manejando, con los vidrios arriba, dentro de un túnel, que pasa entre dos montañas, donde no hay gravedad ni oxígeno, porque el pajúo ese está ¡EN MARTE!... y por eso no pudo respondermeLugar común número 32Los amigos.

Viernes en la noche, y yo aquí más varado que mocho en columpio. Ni modo, me sale tertulia nocturna con los testigos de Jehová, pero esta vez no se me van a escapar hasta que lleguemos al apocalipsis. ¡Bingo! Y ahora llama mi mamá…

Aló, dime rápido, mamá, que estoy con unos amigos. ¿Por qué te ríes? O sea, que según tú, ¿yo no puedo estar en mi casa, un viernes en la noche, con unos amigos? ¡Los testigos de Jehová también son gente, mamá, y pueden ser mis amigos! ¿Qué mi tía está hospitalizada? Ya va, ¿Cuál tía? ¿Qué vieja es esa? ¿Tía tercera? ¡¿Tú dices la mamá de Ana?! ¿Ana, la modelo? ¡¿Ana, la que está más buena que dormir en chinchorro ajeno?! ¡Voy saliendo para allá!

¡Se armó un limpio! ¡La prima Ana, solita y vulnerable en la clínica! Pero ¿qué me pongo? ¿Cómo que, “qué me pongo”? ¡¿Quién coño dijo que una clínica es un centro comercial, un desfile de modas o un bar de putas para ir a ligar?! ¡Pues sí es eso, y mucho más!
Una clínica es como la Semana Internacional de la Moda, ¡pero todo el año! Las tipas van emperifolladas, así vayan al oftalmólogo y ni les cuento, si van al  ginecólogo. Los tipos van bien vestidos y de traje, más sin van al urólogo. ¡¿Y las enfermeras?! Esas usan unos uniformes pegaditos, con faldas blancas transparentes, que dejan ver la panty de encaje que traen debajo. Da como dentera. Pero al final, todos van con el mismo objetivo: Las mujeres, a ligarse un “doctor McDreamy”, o sea el médico buenote y con real. Y los tipos, una doctora madura y cachonda o una enfermera sinvergüenza y gozona.

Conclusión: una clínica es como el Salón de la Justicia Swinger, ¡Un todos contra todos! Y lo bueno, es que ya tienen habitaciones con aire acondicionado y televisión por cable (algunas hasta con bañeras). Aunque todo el mundo prefiere tirar en los cuarticos de depósito, entre el Xanax y las toallas clínicas. Parece que los polvos allí son más emocionantes. Lugar Común número 66La Clínica.

Pero carne de prima se come, y si es como la de Ana; con condones. Listo, esta es la habitación donde está mi tía, la 714. Tengo el kit completo del familiar solidario en clínica u hospital, que consta de: café, pastelitos, jugo, flores y la botellita de whisky caleta, por si hay que pasar la noche o por si hay un recién nacido en una habitación contigua, para enchufarme y celebrar los miaos. ¡Es viernes, papá, así que para adentro! A visitar a mi tía y “consolar” a la ricura de la prima Ana.  

¿Pero adivinen qué? Llegué tarde, mi tía ya cruzó el páramo y mi prima Ana está destrozada con la noticia. Así que me toca recibirla con los brazos abiertos y consolarla, justo como lo había planeado desde el principio, pero mucho mejor, ¿saben por qué? Porque si hay algo en esta vida, mejor que el sexo de reconciliación, ¡es el sexo funerario, papá! ¿Ustedes han visto vaina más fácil que ligar en un funeral? Las mujeres son un tiro al piso, uno se la pasa de abrazo en abrazo, y eso es metedera de mano aquí y metedera de mano allá. ¿Y Ana? Ana va a estar más vulnerable que nunca, y va a encontrar en mí, el consuelo que tanto necesita.

¡Los funerales lo tienen todo! Siempre hay una viuda encabronada, capaz de coger con medio funeral, para vengarse del marido muerto, porque le montó cachos. Siempre hay solteronas cazando algún divorciado de la familia, que no esté muy usado, para reciclarlo. Van los amigos que tienes años sin ver, contamos chistes, nos reímos del muerto y tomamos curda. Hay comida, sopa, café, tragos y pasapalos gratis. Es como una boda, pero mejor, porque te ahorras el regalo. Es más, ¿saben qué mes del año es el de más alto porcentaje de natalidad? ¡Cualquiera que sea nueve meses después de un funeral! Porque los funerales son como un baby shower, pero al revés, no celebramos al que nace, sino al que muere. ¡Todo el mundo va es a coger y ligar! Lugar común número 86. La Funeraria.

“Serie Lugares Comunes”
En esta entrega: Lugar común Nro. 32,  66 y 86.
Daniel González.

Ccs, 23 de agosto de 2016.

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